ESQUIZOFRENIA

Charlotte Alighieri · **Publicado:** 11 Mar 2012, 06:43

En las mañanas, cuando los ojos aún cansados, casi desorbitados de sus cuencas por terribles ráfagas de humores noctámbulos y sueños vespertinos ven, como si fuese la primera vez, nítidos hilos de luz blanca entrelazados con las gruesas telas de las cortinas y desparramados uno a uno sobre las baldosas y las paredes, removiendo por fin los últimos vestigios de penumbra. Advierten, por mera casualidad, las minúsculas partículas de polvo que bordean, imprevisibles, las maderas pulidas de la cama y los muebles. Más allá, el rocío, resultado de sollozos de nubes en noches anteriores, caen de las flores como si fueran perlas satinadas o alucinaciones de auroras boreales; se sienten poco a poco brisas con olor a rosas y a montañas y a pieles aún tibias.
A su lado, terso y esbelto, se descubre un cuerpo de entre las sábanas, intacto, calmado; de no ser por su respiración pausada, podría ser ciertamente un espejismo. La media luz que de la rendija de las ventanas logra escapar, enmarca el contorno y la belleza de unas largas piernas moteadas y jóvenes, camino que se bifurca hasta que son visibles, poco a poco y con cada movimiento el vientre delgado y los pechos desnudos de blancura nívea que contra unas manos finas se encuentran ceñidos. Su rostro, de relieves perfectamente delineados, muestra una boca entre abierta como higos recién cortados, de labios que asemejan cortinas paralelas que cubren, por ahora, deliciosas palabras y tímidos deseos. Sus ojos, rendidos todavía ante sueños fantásticos, testigos inmersos en realidades creadas y aunque cerrados se hallan inquisitivos. Cada hebra de su pelo apenas rosa las mejillas, existen matices dorados y policromados entre cada una, que exaltan la tranquilidad y palidez de su faz. Tras de sí no hay nada, es una nada negra, una nada mortuoria, enigmática y silenciosa. Es quizá una mujer o un fantasma o el producto de infinitos soliloquios de hombres que esperan imnotizados vientos de oriente. Es hermosa, suspira de pronto y él la observa sumido en una atención casi excéntrica.
Se acercó a la ventana, afuera había un olor de agua y tabaco, se escuchaba el eco del aire contra las calles tan solas como escabrosas, -mañana fría-, pensó. Estaba dispuesto a volver a la cama cuando advirtió, asombrado, el contorno de una sombra deformada contra la pared, volteó despacio, nuevo hacia la ventana, pero esta vez con un frío punzante en la columna los dedos, corrió un poco más las cortinas y aguzó el ojo.
Aquella sombra era un sujeto de ropas holgadas, se detuvo un momento en su rostro, tenía un aire famélico y ojos estrambóticos, escrutadores, locos y a su lado, esa protuberancia que lo hacía parecer una sombra deformada, era un sabueso que se lamia una pata, el perro estaba mal atado a una cuerda que su dueño llevaba engominada en su mano, aún así, el animal se veía robusto, limpio y de su hocico salía vapor; tenía frío, en ese momento, todos tenían frío.
El hombre llevaba en su mano izquierda un cigarrillo encendido, el humo que de su punta salía, formaba gruesos hilos ondulantes que una y otra vez oscilaban y chocaban contra sus labios y su frente, era un devenir frenético, escandaloso: una, dos, tres terribles bocanadas y el extraño parecía drogado, extasiado, muerto.
A su lado, con paciencia, una mariposa negra Esfinge le susurraba un infernal cántico; ya sus ojos no veían nada, se encontraban sumidos es el denso humo que del cigarrillo ausente brotaba. Del extraño allí parado se escapó una risotada sórdida, ese hombre no se iría de ahí nunca más. En realidad desde ese día estancado, siempre estuvo allí.
Cerró las cortinas con el pensamiento insistente en su mente, esos accesos de paranoia era cada día mas certeros. De repente, sin que el lo quisiera así, cayo la noche.

Era un cuerpo inerte y maltrecho lo que, a sus ojos, tibio y cansado, reposaba sobre su lecho; un tenue hilo de sangre se escurría impávido de su boca...y los ojos, el lo sabia ya, nunca mas se abrieron; su reloj, escueto, le informaba las 6:40 de la mañana...cerro la puerta y se abandono tranquilo al sueño, abrazado al torso desnudo del cadáver, ese día no vio llover.